¿Lo peor que me puede pasar? Cubrir algo de política ¿Un agravante? Sí, cuando es en la Casa de Gobierno. Hace algunos días, tuve que ir a ese edificio gigante y descuidado. En realidad, el acontecimiento no estaba relacionado con la política en sí y prometía emoción y alegría. Aunque unos pocos minutos en el palacio gubernamental o la sede del Poder Ejecutivo (como lo llaman algunos para que quede más pomposo ) bastaron para desmentir mis expectativas.
Mientras afuera la mañana se derrite, adentro se anuncia una ceremonia de sentimientos bajo cero en el Salón Blanco. Según el parte de prensa -que nadie se preocupó en distribuir (y mucho menos en leer)-, el Gobierno provincial entregará medallas a los chicos discapacitados, jóvenes de 14 y 16 años y abuelos que participaron de los Juegos Evita, en Mar del Plata. Una especie de olimpíadas nacionales de actividades deportivas y culturales.
Tenía que comenzar a las 11.00. Pasó una hora. Las bocas del aire acondicionado resoplan agotadas para tratar de refrescar el ambiente. Una centena de atletas que no son atletas se ilusiona y se impacienta. Se ilusiona y de nuevo la impaciencia ¿Por qué no comienza esto?¡Los chicos están cansados! ¿El Gobernador no llega? ¿Que ya se fue? ¡El Gobernador se fue! Dicen que se enojó por el ruido que hicimos. Las conjeturas van y vienen. Se prende el micrófono. Un manojo de funcionarios segundones entra a la sala. La multitud los aplaude, aunque pocos saben quiénes son. Yo tampoco sé. Reconozco a alguno de ellos, alguna vez los entrevisté pero ahora tienen otros cargos. Y si, van y vienen…como las conjeturas.
El locutor habla pero no dice nada. El excelentísimo Gobierno y bla bla bla bla. El público (formado por los protagonista truncos del día) aplaude sin entender demasiado de qué se trata. Los uniformes de los más chicos ya están desacomodados, al igual que sus sonrisas; Y los trajes de los más grandes, arrugados. El del micrófono sigue con ese palabrerío de los excelentísimos y nombrando a este y otro ignoto que ayudaron para que las delegaciones viajaran.
De pronto, entra él. Radiante y mostrando los dientes. Se desvía y alza, abraza y besuquea a una nena. La pequeña se limpia el cachete con el revés de la mano, no está muy feliz. Parece la única. Bah, somos dos. El señor de traje sigue estampando besos. Alguien se levanta y arenga a los que lo rodean ¡Aguante José! Al entusiasta lo vi antes, por eso no creí su sobreactuación. Al puntero infiltrado me lo crucé en el pasillo. Hablaba con otro sobre un acto en no sé qué localidad.
Es demasiado para mí. Busco la mirada sensata de alguien. No, otra vez será. Los que me rodean no sacan la vista del sujeto. Le digo al camarógrafo que lo espero afuera, “si podés salir”, me responde. Necesito aire. Busco el pasillo más despejado. Un trío de señoras me embiste en su camino hacia el Mesías. Permiso por favor, permiso. Nada. Me escabullo entre unas sillas. Quedo en medio de un grupo de ancianos. Uno de ellos me pide que lo entreviste. Acepto, pero cuando termine el acto, le prometo. Me sonríe. Me pregunta cómo me llamo. Me dice que es poeta, sonrío también y retomo mi vía de escape. El que conduce me aturde, estoy atrapada entre dos parlantes. Como la voz de un estadio, pide aplausos. Sí, ¡bravo! Pero déjenme llegar a la puerta. Camarógrafos y fotógrafos me atropellan y se agolpan para lograr las imágenes del señor de los besos. Con la nena, con otro chico, con un abuelo también. Todos posan. Los que llegaron con él se empujan y codean para lograr una buena ubicación y salir en la foto. Y si sale un nene, un discapacitado o un anciano, ¡mejor!
Estoy en la mitad del Salón y parece que si esquivo un par de periodistas, llegaré a la puerta. No, un equipo de básquet sale desde el fondo para recibir las distinciones. Me freno otra vez. Cambió el orador y ahora es un secretario de algo. El de los besos ya no está. Dio una vuelta y se fue. El funcionario que está en escena habla acerca de “este logro de la gestión” y le pide a los que asistieron: “Sigan en el deporte con toda la polenta”. Polenta… pensé que en la Casa de Gobierno cuando dicen esa palabra se escucha un piiiii que la tapa. Me acuerdo de la polenta podrida y me sale una carcajada triste.
Llego a la puerta. Al fin. Tomo el picaporte. Me agarran del brazo, otra vez el abuelo de las poesías. Me tira un verso, tengo que festejárselo y retruca con algo de pajaritos, amaneceres y flores. Me distrae unos minutos y terminan de hablar los políticos. Ya se fueron. Quedan los que esperan sus trofeos nada más. Sólo está en el escenario el subsecretario de Deportes, “Decime Cacho”. Tanto tardé en cruzar que ahora tengo que volver para hacer las entrevistas. No pude escapar, al menos lo intenté.
Las que salvaron mi mañana fueron las entrevistas con los chicos, tan lejos de todo lo que había pasado minutos antes. Hablo con la nena que se limpio la cara. La miro con cara de sentí lo mismo que vos. Le digo que va a ser famosa por salir con él en las fotos. Se queda seria. Levanta los hombros y tuerce la boca para un costado. Sí, entendí. No fui la más frustrada. Ella ni siquiera pudo intentar la fuga.
Mientras afuera la mañana se derrite, adentro se anuncia una ceremonia de sentimientos bajo cero en el Salón Blanco. Según el parte de prensa -que nadie se preocupó en distribuir (y mucho menos en leer)-, el Gobierno provincial entregará medallas a los chicos discapacitados, jóvenes de 14 y 16 años y abuelos que participaron de los Juegos Evita, en Mar del Plata. Una especie de olimpíadas nacionales de actividades deportivas y culturales.
Tenía que comenzar a las 11.00. Pasó una hora. Las bocas del aire acondicionado resoplan agotadas para tratar de refrescar el ambiente. Una centena de atletas que no son atletas se ilusiona y se impacienta. Se ilusiona y de nuevo la impaciencia ¿Por qué no comienza esto?¡Los chicos están cansados! ¿El Gobernador no llega? ¿Que ya se fue? ¡El Gobernador se fue! Dicen que se enojó por el ruido que hicimos. Las conjeturas van y vienen. Se prende el micrófono. Un manojo de funcionarios segundones entra a la sala. La multitud los aplaude, aunque pocos saben quiénes son. Yo tampoco sé. Reconozco a alguno de ellos, alguna vez los entrevisté pero ahora tienen otros cargos. Y si, van y vienen…como las conjeturas.
El locutor habla pero no dice nada. El excelentísimo Gobierno y bla bla bla bla. El público (formado por los protagonista truncos del día) aplaude sin entender demasiado de qué se trata. Los uniformes de los más chicos ya están desacomodados, al igual que sus sonrisas; Y los trajes de los más grandes, arrugados. El del micrófono sigue con ese palabrerío de los excelentísimos y nombrando a este y otro ignoto que ayudaron para que las delegaciones viajaran.
De pronto, entra él. Radiante y mostrando los dientes. Se desvía y alza, abraza y besuquea a una nena. La pequeña se limpia el cachete con el revés de la mano, no está muy feliz. Parece la única. Bah, somos dos. El señor de traje sigue estampando besos. Alguien se levanta y arenga a los que lo rodean ¡Aguante José! Al entusiasta lo vi antes, por eso no creí su sobreactuación. Al puntero infiltrado me lo crucé en el pasillo. Hablaba con otro sobre un acto en no sé qué localidad.
Es demasiado para mí. Busco la mirada sensata de alguien. No, otra vez será. Los que me rodean no sacan la vista del sujeto. Le digo al camarógrafo que lo espero afuera, “si podés salir”, me responde. Necesito aire. Busco el pasillo más despejado. Un trío de señoras me embiste en su camino hacia el Mesías. Permiso por favor, permiso. Nada. Me escabullo entre unas sillas. Quedo en medio de un grupo de ancianos. Uno de ellos me pide que lo entreviste. Acepto, pero cuando termine el acto, le prometo. Me sonríe. Me pregunta cómo me llamo. Me dice que es poeta, sonrío también y retomo mi vía de escape. El que conduce me aturde, estoy atrapada entre dos parlantes. Como la voz de un estadio, pide aplausos. Sí, ¡bravo! Pero déjenme llegar a la puerta. Camarógrafos y fotógrafos me atropellan y se agolpan para lograr las imágenes del señor de los besos. Con la nena, con otro chico, con un abuelo también. Todos posan. Los que llegaron con él se empujan y codean para lograr una buena ubicación y salir en la foto. Y si sale un nene, un discapacitado o un anciano, ¡mejor!
Estoy en la mitad del Salón y parece que si esquivo un par de periodistas, llegaré a la puerta. No, un equipo de básquet sale desde el fondo para recibir las distinciones. Me freno otra vez. Cambió el orador y ahora es un secretario de algo. El de los besos ya no está. Dio una vuelta y se fue. El funcionario que está en escena habla acerca de “este logro de la gestión” y le pide a los que asistieron: “Sigan en el deporte con toda la polenta”. Polenta… pensé que en la Casa de Gobierno cuando dicen esa palabra se escucha un piiiii que la tapa. Me acuerdo de la polenta podrida y me sale una carcajada triste.
Llego a la puerta. Al fin. Tomo el picaporte. Me agarran del brazo, otra vez el abuelo de las poesías. Me tira un verso, tengo que festejárselo y retruca con algo de pajaritos, amaneceres y flores. Me distrae unos minutos y terminan de hablar los políticos. Ya se fueron. Quedan los que esperan sus trofeos nada más. Sólo está en el escenario el subsecretario de Deportes, “Decime Cacho”. Tanto tardé en cruzar que ahora tengo que volver para hacer las entrevistas. No pude escapar, al menos lo intenté.
Las que salvaron mi mañana fueron las entrevistas con los chicos, tan lejos de todo lo que había pasado minutos antes. Hablo con la nena que se limpio la cara. La miro con cara de sentí lo mismo que vos. Le digo que va a ser famosa por salir con él en las fotos. Se queda seria. Levanta los hombros y tuerce la boca para un costado. Sí, entendí. No fui la más frustrada. Ella ni siquiera pudo intentar la fuga.
23 comentarios:
Ehhh, muy buen cuento Gaby!! Aunque Halloween ya pasó, re de terror lo que te sucedió. TE FELICITO POR EL BLOG! Espero que publiques cosas tan buenas como estas. Querés ocupar mi lugar en el diario?, jaja. Un beso!
Buenisimo Gabss, como te decía me sentí parte del patético acto. Hermoso leerte, asi q no pares de publicar. Besos
¡Amiga mía! ¡por fin por aquí! Y qué te puedo decir que no sepas... leerte es un placer, siempre, siempre. El relato está muy bueno y me hizo recordar aquellas mañanas en las que obligada por la falta de periodistas de política tenía que ir a Casa de Gobierno y me sentía plenamente infeliz. Muy gráfico y real ami. Seguí escribiendo tan bien como lo haces. Te quiero mucho, muchísimo!
Gaby,¡al fin te decidiste! Genial tu relato. Estoy muy contento que hayas creado un blog. Ahora, para adelante y a poner toda tu pluma, esa, la que tenés guardada, lista para salir. Besos, gabucha.
Ga, te felicito por haber creado este blog, esta buenisimo!!! y por permitirnos seguir difrutando de tu talento, las letras. Un besote amiga y muuuuuchos éxitos!!!
Amiga! Tenés razón, entrar a la "Casa de José" ya es una pesadilla ¿cómo puede haber tantos ñoquis y tanta hipocresía junta? puajjj. En cuanto a la nena, pobres niños... Menos mal que no entienden las cosas de la política si no esa criatura en vez de limpiarse la cara cuando la besaron creo que lo hubiese escupido. Un besote amiga y está muy lindo tu blog. Te quiero mucho!!!
Sil
Gaxs!!! Objetivo cumplido: Blog creado!!!Está BUE-NI-SI-MO!!!!!!me encantó amigueta mía! La verdad un gusto leer tus artículos... vos sabes que yo soy tu admiradora número uno... así que no me pidas que sea objetiva!!jaja!! bue.. besos y abrazos al por mayor y MUCHOS EXITOS!!! Lu...
Ta lindo el blog, tablonera. Vale la pena destinarle valiosos segundos de vista. Linda vivencia, jeje. Hermosa experiencia. Vamos a ver si relatas alguna mia con el transporte de allá cuando este por Tucumán en unos días.
Beso
Fran
Excelente relato! por lo bien escrito que está. Triste la realidad. Finas tus ironías tan justas y bien puestas en el texto. Lo de la polenta y las conjeturas me nockeó! Te felicito de verdad, dió gusto leerte por primera vez.
Saludos
Gaby, acabo de llegar a tu blog casi por casualidad...que increíble esto que uno no termina de descubrir...Qué realidad triste la de los que deben cubrir política en la Casa de Gobierno. Las mañanas que me tocó hacerlo me sentía una infeliz y, además, una desorientada más por esos pasillos laberínticos...ay! se me puso la piel de gallina.
Besos y te invito a q conozcas mi blog.
Querida amiga, no voy a filosofar sobre el amor ahora. Sólo decir que tanto por la familia como por los(las,en este caso)amigos/as el amor es el concepto más justo con el que puedo definir mi sentimiento hacia vos.
Es imposible no sentirme identificado con tu relato que contiene la magnificencia misma de tu persona.
Un abrazo interminable, y como coinciden todos los opinólogos, por fa seguí nutriéndonos con tus textos.
Leo.-
¡Qué bueno está tu blog amiga!! Muy bueno lo que escribiste, es un cuadro perfecto de esas situaciones espantosas, que cuando se repiten en Casa de Gobierno, son peores. Me alegra mucho que te hayás sumado al mundo blogger, jaja, hay que inventar un pasito y estamos lissstos. Un abrazo inmenso.
¡Hola! Gracias a todos por pasar por aquí. Realmente estaba un poco insegura (para variar) con esto de publicar lo que escribo. Me alegra y me incentiva mucho que les haya gustado el relato. Nos leemos próximamente ¡Besos!
Puajj, me hiciste acordar a una historia de cuando cubría casa de gobierno. Era verano y hacía muchísimo calor. Estaba con los colegas de radios, diarios, agencias, TV, etc en uno de los pasillos cuando lo vemos salir al excelentísimo gobernador de su despacho. Nos abarrotamos todos a su alrededor, micrófonos, grabadores, manos amontonadas, transpiración, calor, mucho calor. Llego tarde a la repartija. Quedo parada detrás del gober. Como puedo, meto el grabador en esa maraña de cables, brazos y demás. Estiro el brazo a más no poder. Llego a gatas. De pronto, mientras habla con ese aire tan superado, el gober levanta el brazo derecho (que a esa altura ya está encima del mío), se lleva el dedo chiquito a la oreja, lo mete, se refriega, lo saca, se mira eso que salió de allí adentro (sin dejar de dar declaraciones en ningún momento) y, sin más, baja el brazo y restriega su mano por mi brazo desnudo y traspirado. Saludos, Gaby.
Hola Lore! Que asco lo que te pasó ¡Me muero! Y yo que me quejo por verlo. Yo no aguantaría. Gracias por leerme ¡Besos!
Muy bueno amiga es tal cual. Besos
Buenas!!!
Como decimos en la facu: "Alto" articulo que metiste.
Si vos tenes problemas para escribir en primera persona, como seran el resto, no?
Llegue hasta aca como vos cuando te querias escapar. Valio la pena.
Lo leia y es como si estuviera a tu lado. Muy bien relatado. No soy quien para calificar tu laburo, porque por el contrario, tengo mucho para aprender de vos y de todos los que integran este mundo Blogger al cual todavia no me le animo. Vos me entenderas...
Grande Ga. Besos Correctora Tablonera. Ahi te ves.
Gaaa!! Para cuando otra entrada. Espero que pronto!!
Besotes!!
Bien, Gaby, ya era hora que te expreses escribiendo.
Fue un placer laburar con gente tan talentosa como vos
Besos y te seguire leyendo
Lisandro
Hola Ga! por fin pude llegar a tu blog!!!!muy pero muy bueno tu relato!!yo tambien hubiera querido salir corriendo de allí!siempre serás la mejor!un besote grande y mucha suerte!
estela
Muy buen relato, muy buena descripción y sentido de humor en la medida justa.
Te felicito
y como ponian las notas las maestras de antes
Excelente 10 te felicito
jajajja
arribaaaaaaaa!!!!!!!!!
ya sabemos que es un bodrio cubrir casa de gobierno, pero bueno, siempre puede pasar algo "interesante", solamente hay que descubrirlo.
besos gabicha
diego araoz
Amiga, es hora de actualizar. Todos los días espero un relato nuevo de mi Kepriel para deleitarme. Asique... apuraaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! Muchos besos, te quiero!!!
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